En abril un amigo me regaló una suscripción a Vogue el día de mi cumpleaños y desde entonces cada mes me llega mi Vogue a la puerta de mi casa. Pero, como saben, este semestre estuve súper saturada con cosas de la escuela, así que desde septiembre ¡no había abierto ni una sola de mis revistas! Para los que no sepan, te llegan en una bolsita negra para protegerlas, pues ni siquiera de la bolsa las había podido sacar. La última que leí fue la edición de agosto.
Entonces como ya salí de vacaciones por fin tuve el tiempo de abrirlas todas y verlas.
Me sirven mucho para mi blog. No escribo sobre lo que escriben ahí ni lo uso como una guía, sino como un soporte. Aunque no esté leyendo revistas, siempre estoy viendo blogs, gracias a ellos me sigo enterando de las tendencias y cosas así. Entonces lo que hago es tomar mi Vogue y confirmar las tenencias que yo creo que están más padres, incluso a veces encuentro nueras.
Tengo unos papelitos adhesivos, no sé como se llaman, que pego en cada hoja en la que encuentro algo que me llamó la atención y que quiero investigar más al respecto para ver si me gusta para hablar o no de ella en el blog.
Tengo que confesar que a veces no leo y solo veo las imágenes o leo entre lineas o solk leo el primer párrafo y si no llama mi atención, cambio de hoja.
Cuando era chiquita mi mamá siempre tenía la espantosa costumbre de recortar todas las revistas para mis tareas o para las de mi hermano, pero ya saben que mi Vogue y mi Glamour son sagradas y si las quieren cortar sufrirán la maldición de Dior. No es como que sea obsesiva y no se las preste a nadie, se las presto a todos (sobretodo a mi abuelita), pero si las cuido. Alguien tardó todo un mes en diseñar todo eso, desde la portada hasta la última nota, y hay que respetarlo. Las guardo todas en una repisa de mi cuarto y las tengo acomodadas como si fueran libros.
Si alguna vez han pensado en suscribirse a Vogue es muy buena idea, nunca me ha llegado ninguna maltratada, te ahorra mucho dinero con la suscripción y siempre tendrás tu revista.